Infinita la sed
Pero aún así me entrego a la soledad del desierto
Uno tendría que arrestar el tiempo
gritar: ¡Amor!, ¡Patria!,
cerrar surcos como costuras
sin salvedad de quien porte el hostil silencio.
Nada detiene la estación de las lluvias
si acaso el asombro de un renglón pausado descifrando el acertijo, fiel a la locura de nombrar el desarraigo.
Inútil no volver a ser gatos tras la niebla,
hacer del beso un disparo
instar
creer
nombrar,
surcar cortinas que dobleguen los instantes
regresar al patio y reconocer las cenizas
¿Quién dijo salvaguardar nuestra memoria?… ¿quién?
Allí la estadística es sinrazón,
noche aciaga prematura ante el olvido
hoy, hoy vengo de tantas muertes
y
no
me
reconozco
© Anna Francisca Rodas Iglesias - Tuti