Yo reconozco los signos del desierto,
el dolor de estar sola bajo otra lengua
en una ciudad inexistente.
Yo me reconozco
como profecía escrita a fuerza en la sangre
y amo las palabras que se conjugan (sin saberlo).
Todo está escrito en mí:
mi naufragio,
mi herida,
el ramo de besos que he negado
y la palabra –Nunca-.
Hoy tengo frío
y guardo la voz como limosna de nadie
a otra boca sedienta,
y leo libros que no acaban nunca de escribirse
en una ciudad triste donde no me hallo.
Noviembre
transcurre
mientras, recobro el destino de mi idioma
y el derecho a estar tristes
para abrazarnos...
Anna Francisca Rodas Iglesias©
1 comentario:
que bello e intenso escribes
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